Todos los días somos alguien distinto, empujados por la inercia de quien fuimos ayer y el impulso de quien creemos ser.

sábado, 6 de septiembre de 2014

TREN

Va despacio. Va constante.
Tienen fe en los ojos. Confianza en el destino.
Esperan con la paciencia inalterable de la rutina. Pero también, con la ansiedad incólume de la esperanza.
No esperan nada nuevo.
Algunos si: Aún no se acostumbraron al traqueteo. No saben, no sienten la pasión.
Esta es una cuna de cultura.
Una pintura del conurbano bonaerense. Aflicción. Desolación. Felicidad.
El camino al paraíso. Un trámite. Un futuro.
El sueño tan deseado y una charla tan ansiada.
Lugar de encuentros, de comunión, de políticas.
Acá confluyen almas, ideas, sentimientos, pieles, sudor y olores.
Acá se cruzan miradas cómplices, exitadas.
Acá no hay vueltas, no hay límites.
Acá se es directo, espontaneo, no se piensa, y uno es lo que quiere ser.
Se comparte un pedazo de vida, y no te piden permiso, ni perdón porque no hay nada que perdonar.
Sos un cómplice.
Sos carne y abrigo. Estás parado o estás sentado.
El trayecto es único, pero el mismo que ayer y el mismo que mañana.
Tu existencia es circunstancial. No existis.
La esencia de la cotidianeidad.
Pueblo. Risas, llanto, gritos, opiniones. Realidad.
La utopía es lo externo,
el tren es despertar.